Navidad 25.12.2019

24/12/2019 Más

En el principio ya existía la Palabra; y la Palabra estaba junto a Dios y era Dios. 
Ya en el principio estaba junto a Dios. Todo fue hecho por medio de ella y nada se hizo sin contar con ella.  Cuanto fue hecho era ya vida en ella, y esa vida era luz para la humanidad; luz que resplandece en las tinieblas y que las tinieblas no han podido sofocar. Vino un hombre llamado Juan, enviado por Dios. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino testigo de la luz. La verdadera luz, la que ilumina a toda la humanidad, estaba llegando al mundo. En el mundo estaba la Palabra y, aunque el mundo fue hecho por medio de ella, el mundo no la reconoció.  Vino a los suyos y los suyos no la recibieron;  pero a cuantos la recibieron y creyeron en ella, les concedió el llegar a ser hijos de Dios.  Estos son los que nacen no por generación natural, por impulso pasional o porque el ser humano lo desee, sino que tienen por Padre a Dios. Y la Palabra se

encarnó y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.  Juan dio testimonio de él proclamando: «Este es aquel de quien yo dije: el que viene después de mí es superior a mí porque existía antes que yo».  En efecto, de su plenitud  todos hemos recibido bendición tras bendición. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo vio jamás; el Hijo único, que es Dios  y vive en íntima unión con el Padre, nos lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor                                                                      Juan 1, 1-18


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Category: Hoja de la misa

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